Bienvenido

Bienvenido amigo lector, o amiga lectora: te hallas ante una puerta mágica que comunica entre el mundo ordinario y el mundo extraordinario, que de alguna manera coexisten desde el principio hasta nuestros días, en la región de Acayucan, La Llave del Sureste, pueblo ubicado en el sur del estado de Veracruz, México.

Al trasponer esta puerta serás testigo de acontecimientos realmente prodigiosos que aquí son parte de la cotidianidad. Así te enterarás sobre la fe que profesan los acayuqueños en la existencia de un río subterráneo que atraviesa la ciudad; sobre el brujo nagual que, creyéndose todopoderoso, retó a pelear a un hombre desconocido, común y corriente, resultando un desenlace fenomenal; o te encontrarás inmiscuido en una extraña aventura donde participan esencialmente los grandes salvajes. Y con el transcurso del tiempo, poco a poco, conforme avances en la exploración de la vasta y maravillosa geografía de Acayucan, descubrirás, oirás, verás y vivirás mucho más de sus historias, cuentos, mitos, leyendas y otras anécdotas en verdad asombrosas.

Reginaldo Canseco Pérez

viernes, 1 de enero de 2021

LA COBID-19 EN ACAYUCAN

 




Reginaldo Canseco Pérez

 

En medio de la pandemia de COVID-19 que nos asola escuchamos por aquí, allá y acullá sobre fallecimientos que los rumores y las malas lenguas atribuyen a ésta en la región olmeca de Acayucan. O que muchos han logrado sobrevivir (afortunadamente) a la misma.

 

Queriendo enterarme un poco por lo menos sobre esta pandemia y sus estragos en la región de Acayucan, me entrego en cuerpo y alma a buscar información fidedigna al respecto. ¿En dónde debo buscar en primerísimo lugar? ¡En una página oficial del Honorable Ayuntamiento Constitucional de Ciudad a la vanguardia Acayucan! Con la mayor seguridad allí podré hallar información suficiente, actualizada, veraz, necesaria, en la plena confianza de que el cuerpo edilicio cumple religiosamente con su sagrada obligación de tener bien informada a la ciudadanía. En ese sitio oficial del Ayuntamiento de Acayucan podré quedar empachado de tanta información al respecto, me digo esperanzado; no espero menos. Así, en   http://www.acayucan.gob.mx/.../combate_de_covid_19_es_de...

con fecha 16/06/2020 hacemos asombrados hasta el límite del asombro el siguiente hallazgo:

«La gran responsabilidad de prevención y combate de Covid 19 es de todos.

Las cifras en cuestión de días se han duplicado en Acayucan, contando hasta hoy 15 de junio con 32 casos positivos.

Como Gobierno Municipal estamos cumpliendo con nuestra responsabilidad, pero, hoy hacemos el llamado a todos los ciudadanos para hacer un frente y combatir al Covid con la participación de todos.

Es necesario que todos usemos el cubrebocas de forma correcta, que apliquemos el lavado de manos, o uso de gel antibacterial, respetar la sana distancia y en caso de ser posible quedarse en casa, vemos que tras la reapertura de actividades se han disparado los casos, por eso, si hay que salir del hogar que sea para actividades esenciales».

«Seguiremos ejerciendo con total compromiso las #AccionesSolidarias, por favor cuídate y súmate a esta jornada».

Pero ¡esta «información» ¿objetiva, actual, completa? es de hace medio siglo, perdón de medio año!

 

Para desfacer entuertos me interno en otras fuentes.

 

Vanguardia de Veracruz, con fecha 19 de DICIEMBRE de 2020, bajo el encabezado «8 municipios veracruzanos están en semáforo rojo», especifica:

«[…] la Secretaría de Salud federal actualizó el Semáforo de Riesgo Epidemiológico nacional, aplicable del lunes 21 de diciembre al domingo 3 de enero; donde destaca que Veracruz pasó del verde al amarillo, de riesgo medio», en https://www.vanguardiaveracruz.mx/8-municipios.../.

 

Hallo también el número OFICIAL de confirmados y defunciones por COVID-19 en los siguientes municipios del sur veracruzano, al 26 de diciembre del 2020:

ACAYUCAN confirmados 178, defunciones 43

Coatzacoalcos confirmados 2446, defunciones 494

Cosoleacaque confirmados 457, defunciones 103

Minatitlán confirmados 1267, defunciones 237

Jáltipan confirmados 140, defunciones 42

http://coronavirus.veracruz.gob.mx/?fbclid=IwAR0cS8DmhKQYaYfMvT3SpG7yqZydQ64DYp2lJyIhdTLXL68WA3Z7OdmiMLo

 

Ahora bien, «La falta de coordinación entre autoridades municipales y estatales para implementar medidas de prevención del contagio, y el escaso acatamiento de los ciudadanos a la jornada de sana distancia implementada a nivel nacional, dio lugar a que la cifra de casos positivos se continuara incrementando», escribe Eirinet Gómez, corresponsal, el domingo, 31 mayo del 2020 en: https://www.jornada.com.mx/ultimas/estados/2020/05/31/se-situa-veracruz-en-cuarto-lugar-nacional-por-casos-covid-19-983.html?fbclid=IwAR2bzk9MIWK8e6FpHpjnGutTaRvjVduvNrTTUwOWsS-BCQa0L04qMxJPqKY

con el título «Se sitúa Veracruz en cuarto lugar nacional por casos Covid-19».

 

Pero «¿CÓMO SE TRANSMITE?

Los coronavirus humanos se transmiten de una persona infectada a otra:

· A través del aire, al toser y estornudar

· Al tocar o estrechar la mano de una persona enferma o al tocar un objeto o superficie contaminada; y llevarse las manos sucias a la boca, la nariz o los ojos».

Fuente: https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/q-a-coronaviruses?fbclid=IwAR2oF-2PhZaRUz-ITIyJ5evYCDGE4U9TAr-EK4Xqn0KI72R7J1rtH0iI1qE

Por su parte la ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD en la dirección: https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public?fbclid=IwAR1thfR7ekbLIicXgqkfS_n8i3O6GB00WHVWc6CUEFcaFW9BWeyX5HNEzF4

aconseja «PROTÉJASE A SÍ MISMO Y A LOS DEMÁS CONTRA LA COVID-19» en la siguiente forma: «Si la COVID-19 se propaga en su comunidad, manténgase seguro mediante la adopción de algunas sencillas medidas de precaución, por ejemplo, mantener el distanciamiento físico, llevar mascarilla, ventilar bien las habitaciones, evitar las aglomeraciones, lavarse las manos y, al toser, cubrirse la boca y la nariz con el codo flexionado o con un pañuelo. Consulte las recomendaciones locales del lugar en el que vive y trabaja. ¡Hágalo!

Qué hacer para mantenerse y mantener a los demás a salvo de la COVID-19

Guarde al menos 1 metro de distancia entre usted y otras personas, a fin de reducir su riesgo de infección cuando otros tosen, estornudan o hablan. Mantenga una distancia aún mayor entre usted y otras personas en espacios interiores. Cuanto mayor distancia, mejor.

Convierta el uso de la mascarilla en una parte normal de su interacción con otras personas.

Indicaciones básicas sobre la manera de ponerse la mascarilla:

Lávese las manos antes de ponerse la mascarilla, y también antes y después de quitársela.

Asegúrese de que le cubre la nariz, la boca y el mentón».

En la dirección anterior podrá encontrar mucha más información de vital importancia para prevenirse contra la COVID-19.

 

El H. Ayuntamiento Constitucional de Acayucan también hace lo propio. Como muestra de ello un botón: a la entrada del palacio municipal ha tiempo que podemos leer unas indicaciones escritas en una cartulina pegada en el portón:

“MEDIDAS PREVENTIVAS PARA EL ACCESO AL PALACIO

MUNICIPAL”

USO ESTRICTO Y OBLIGATORIO DEL CUBREBOCAS.

APLICACIÓN DEL GEL ANTIBACTERIAL.

NO SE PERMITE LA ENTRADA A PERSONAS HIPERTENSAS. MAYORES DE 60 AÑOS Y DIABETICOS.

PROHIBIDO [SIC Y RESIC] LA ENTRADA A MENORES DE EDAD.

SOLO SE PERMITE EL ACCESO A UNA PERSONA PARA REALIZAR TRÁMITES.

RESPETAR LA DISATANCIA DE UN METRO ENTRE PERSONA. [RESIC].

HORARIOS [RESIC Y MÁS RESIC] DE ATENCIÓN DE 09:00 HRS. A 14:00 HRS.

H. Ayuntamiento Constitucional de Acayucan, Ver [SIC]

                                2018 – 2021

Por un lado el Ayuntamiento pone este aviso, por otro en las CALLES, principalmente de la ZONA CENTRO (no colonia centro), es contradictoriamente otra cosa. En ellas las aceras están casi totalmente obstruidas desde hace muchísimo tiempo por los comerciantes no sólo semifijos sino también establecidos con la anuencia y complacencia DEL CUERPO EDILICIO, en menoscabo de los derechos del transeúnte que no son respetados. En muchos tramos no hay forma de subir a la banqueta para prevenirnos de un posible accidente automovilístico pues los puestos de los comerciantes semifijos están pegados unos con otros y en la acera es imposible guardar la sana distancia por lo que ya he dicho ni nadie la respeta, estornudan, tosen, hablan junto a ti, muchos no portan cubrebocas, te atropellan, y te ponen la mano en el hombro. De modo que los viandantes por donde se nos mire estamos jodidos. ¿Entonces de qué se trata?







Final del formulario

domingo, 29 de noviembre de 2020

In memoriam Sixto Aparicio Candelario


 

La iglesia de San Martín Obispo queda ubicada en pleno centro de Acayucan, al oriente del parque Benito Juárez. El que entra ahí, en cumplimiento de sus obligaciones espirituales, puede también admirar y apreciar los murales religiosos del pintor, muralista y escultor Sixto Aparicio Candelario. Los murales se hallan en la pared del fondo, detrás del altar mayor, cuya escena principal —la de la crucifixión— el artista adornó con detalles que forman parte del paisaje local. El párroco Carlos Figarola, patrocinó el proyecto.

 

En Acayucan y en la región se pueden ver y disfrutar otras obras de Sixto, entre pinturas, murales y esculturas. Por ejemplo, el mural que se ubica en la entrada del Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (CBTIS 48), los murales dentro del Colegio Carlos Grossman y el mural en el domo del parque central de Oluta.

 

Pero allende nuestras fronteras también se encuentran obras de Sixto Aparicio, como el mural que pintó en el Instituto Tecnológico de Minatitlán y asimismo el magno mural en el Instituto Tecnológico de Villahermosa, Tabasco, hecho en relieve a base de estuco, pigmentos y acrílicos. El mural muestra elementos tabasqueños relacionados principalmente con la ciencia y la tecnología, la cultura Olmeca, la flora y la fauna de Tabasco, su arquitectura y sus personajes más destacados. Y recibe el nombre Prehispánico y Modernidad.

 

En mi blog Cuentos, mitos, leyendas y otras historias de Acayucan, tres de mis relatos están ilustrados con sus viñetas que hizo para ellos, obsequiándome además los originales.

 

Entre sus muchos planes estaba el de realizar un mural en un muro principal del palacio municipal de Acayucan, pero no le fue posible pues se topó con otra clase de muro… no de noble ladrillo, sino de un material insensible y totalmente burdo.

 

Sixto Aparicio Candelario, nació en Acayucan, y nos ha dejado un gran legado para orgullo nuestro.

 

Les invito a que tomen fotografías de sus obras y las publiquen en sus redes sociales o aquí.

 

Fotografías y texto: Reginaldo Canseco Pérez







martes, 15 de octubre de 2019

LA DANZA PINTORESCA DE LOS ARRIEROS Y MORENOS EN LA FERIA DE SAN MARTÍN OBISPO DE ACAYUCAN, VERACRUZ



San Martín Obispo. Foto: Reginaldo Canseco

Reginaldo Canseco Pérez[1]


En la fiesta titular de Acayucan, Veracruz, cuyo día principal es el 11 de noviembre; en toda la semana que demora y hasta mucho después, las calles de la ciudad se llenan de algarabía y gritos:
—¡Ese arriero tiene miedo! /¡Ese arriero no corretea!
O bien:
—¡Ese arriero /calzón de cuero /mete la mano /y saca dinero!
O de este otro modo:
—¡Ese arriero mula /ni patea ni recula/ni me lleva pa Sayula!
O así:
¡Ese arriero pata peluda/si ves a tu hermana /me la saludas!

Entre otras voces que se han impuesto al folklore. Estos «insultos» van dirigidos a los integrantes de la danza de Arrieros y Morenos que recorren la ciudad de un lado a otro, de cabo a punta, de barrio a barrio, de colonia a colonia, ofreciendo el baile, que ejecutan frente a los domicilios, o en el patio de los mismos, a cambio de una cuota.
Los arrieros y el Torito reaccionan correteando a las muchachas, jóvenes y niños que les dan ocasión para ello, y aunque no se los proporcionen, pegándoles de chicotazos y corneándolos, si acaso los alcanzan. ¡Y es el alboroto de éstos huyendo!

La danza está integrada así:
El director y organizador del grupo se denomina coime[2]. Éste es el tamborero y dueño del instrumento de percusión[3]. Participan por tradición sólo hombres[4].
En las primeras décadas del siglo XX el vestuario del arriero consistía en máscara de madera, de chicale o de cuero curtido, que representaba rostro de hombre; un sombrero de ala gacha, una boca manga de hule[5], un par de polainas, un pedazo de mecate o una tira de cuero crudío, o un bejuco de regular extensión y un palo corto[6].
El moreno, por su parte se viste de mujer: para ello consigue prestado un vestido. Antes, por los años 20, las buenas mozas tenían cierta rivalidad entre ellas por darle a su novio el más bello vestido, nuevo y limpio, para que fuera el mejor disfrazado[7]. Completa el atuendo con una máscara de uno, dos o varios colores agregados por medio de costuras, y se pintaba encima de la máscara como lo hace una mujer que se maquilla: los labios de rojo, y cejas y pestañas de negro, y para ello recurría al lápiz tinta y carbón; luego se adornaba con un tocado confeccionado con un sombrero arriscado cubierto primorosamente con papel de china, un espejito circular en la parte frontal, y listones multicolores que le caían en coqueta cascada; se colocaba imitaciones de pechos femeninos, medias aseguradas con ligas anchas[8] y calzaban zapatillas de medio tacón, tenis o huaraches y, por último, llevaba en la mano un palo adornado con algunos cintas. Éste podía ser, como en el caso de los arrieros, de frutilla, limón, naranjo, o de pata de vaca, cuyo sonido al entrechocarlo en la danza se oía lejos y bonito[9].
Los otros personajes y elementos de la tradición lo constituyen el Torito y el Caballito, y, por supuesto, el tambor.
El armazón para hacer tanto el Torito como el Caballito es de caña de otate del llamado verde porque del amarillo no sirve (se apolilla rápido). Para cubrir al Caballito se usa satín y tusor de colores. Antes otros recursos para esto eran el charmés y la tela de espejo que, lo mismo que el satín, eran de naturaleza brillosa. El Caballito lleva también listones coloridos, espejuelos, cascabeles, cola y no le falta el frenillo. Para cubrir al Torito se ocupa cuero, manta y costales, cola de cuerda de ixtle, pintura y dos cuernos de toro. La estructura de ambos representa sólo el cuerpo del animal, sin patas, vacío y con una abertura amplia en el lomo y en la barriga por donde se meten los morenos, uno en cada diseño, para poder levantarlos con las manos y traerlos en el trajín de la representación[10].
El tambor es grande, hasta de un metro de alto y se hace con un brazo de cedro de un buen diámetro, que se le ahueca, y se le deja tres patitas, y se le coloca un cuero de becerro porque de venado ya no se consigue en Acayucan. La piel se pone a orear con cal y sal y cuando ya no apesta se lava y se seca y se restira mojada sobre el tambor para que, cuando se seque, quede bien tensa. Los palitos torneados para tocar el tambor se llaman «vaquetas» porque son hechos principalmente de la planta «pata de vaca, aunque para ello a veces recurren al palo de guaya, zapotillo o ventosilla»[11]. Pero también les nombran bolillos o baquetas. Así es como los marimberos llaman a los palitos con los que tocan, y los de Acayucan no son la excepción.

Los ancianos no parecen coincidir en cuál era el primer día en el año en que el coime invocaba con su tambor la participación del pueblo y, al mismo tiempo, comenzaba a anunciar que la feria de San Martín Obispo y la danza se acercaban. Unos dicen que era el primero de octubre, otros que el primer domingo de ese mes y hay quienes aseguran que era el día dos del mismo[12]. Todo dependía del ánimo y arreglo del coime. Pero sea primero, domingo o 2, lo cierto es que desde entonces se respiraba ambiente de feria. En alguna época, que muchos recuerdan, la tradición los guiaba a la una de la mañana —otros dicen a las cuatro— a la planta más alta de una de las torres de la parroquia y ahí daban los primeros toques anunciando la festividad. El pueblo despertaba con la noticia. En la misma madrugada también tocaban frente al Ayuntamiento y después junto al mercado municipal, donde el patrón de una fonda les invitaba el café y unas piezas de pan. Allí en el centro se topaban los dos tambores: el del barrio San Diego y el de El Zapotal. Algunas veces de una vez se retaban y se calaban, para saber quién tocaba mejor, más fuerte y sonoro. Las opiniones hasta el día de hoy están divididas[13].
Por 1927, según me informa el señor Tomás Moreno Ramírez, el tamborero de El Zapotal era Benito Reyes y el de San Diego Sebastián Guillén.
A partir de aquel primer día, cada tarde —desde las cinco o seis— escuchábanse en el ámbito tranquilo del pueblo los latidos del tambor. Provenían del patio de la casa del coime. Allí empezaban a reunirse los futuros arrieros y morenos para preparar sus enseres y ensayar la danza. Tocaba el tamborero de un barrio y le respondía el del otro. Tenían una percusión especial para retarse, fuerte y claro. Y así el uno iba al encuentro del otro, sin dejar de tocar por las calles, atrayéndose de este modo; hasta tenerse en un crucero, en el parque o por el mercado, frente a frente. Dispuestos a darse una calada. Cada uno traía su palomilla, que le echaba vivas a éste y burlas al otro. Así que aquello se convertía en una tremenda trifulca imprevisible. Había golpeados. Salían a relucir los cuchillos y alguno dañaba el cuero del tambor antagónico, haciéndolo trizas. Y había casos en que despedazaban los dos tambores, como el sucedido en una ocasión en la esquina de 5 de mayo y Aquiles Serdán. Para esto, cada coime ya tenía otro tambor de repuesto[14].
Cada domingo, además, éstos recorrían las calles, y en cada esquina se paraban a tocar el tambor y, para variar, una vez más se retaban. El anuncio terminaba en la víspera, como se acostumbra hoy.

El baile de los Arrieros y Morenos únicamente salía el 11 y el 13 de noviembre y de ahí volvía a exhibirse el 12 de diciembre, día de la Guadalupe.
El 11 le tocaba aparecer al grupo de los Arrieros y Morenos de El Zapotal. La primera danza de éste era ejecutada en el atrio de la parroquia San Martín Obispo a la salida de misa en honor del santo patrono, a las doce de la mañana, en medio de los estampidos de los cohetes de varilla; después iban a hacer lo mismo frente al palacio municipal, y de ahí se volcaban por las calles a ofrecer la danza al pueblo. Todo esto porque los arrieros del barrio El Zapotal eran los arrieros de San Martín, los arrieros Inditos o Sin Razón.
El 13 estaba apartado para los Arrieros y Morenos del barrio San Diego. Éstos eran los arrieros del santo San Diego, los de Razón[15]. Ellos hacían el mismo ritual: ofrendaban la primera danza a la vista de la Parroquia San Martín a la salida de misa dedicada, este día, a San Diego[16], entre las detonaciones de los cohetes de varilla; en seguida bailaban igualmente ante el Ayuntamiento, y acto continuo tomaban las calles para ofrecer la danza[17].
El baile era así:
El toque del tambor llamaba a los integrantes para bailar. Seguía un doble toque para iniciar. Bailaban al compás del tambor, que toca el coime a un lado de los danzantes; sin disfraz, vestido normalmente. Los danzantes, en número variable de parejas de arriero con moreno o moreno con moreno, cuando había más morenos que arrieros, inician el baile entrechocando los palos, y haciendo un círculo. Después a un cambio del sonido del tambor se hacen para atrás bajando el palo y medio inclinándose y gritando «Aaaaaaah» y luego siguen entrechocando los palos hasta que, a otra señal del tambor, llega el Torito que andaba por allá o lo va a traer el Caballito y las parejas de arriero con moreno «dejan» de bailar. El Torito, es un animal salvaje y arremete contra todos. Pretende herir a cornadas. Levanta el polvo del suelo con sus filosas astas y sus «pezuñas». Finalmente el Torito sucumbe a los reatazos que le dan los arrieros y cuando el Caballito le da una «estocada» con el palo entre el espacio libre del armazón y el moreno que lo carga, cayendo muerto. Todos aclaman y vitorean al vencedor. Así termina la danza[18].
El Caballito es el que va ofreciendo la danza.
El 12 de diciembre, día de la Virgen de la Guadalupe, no aparecían los mismos arrieros y morenos que ya hemos señalado, sino que en esta ocasión les tocaba participar solamente a los Arrieritos y Morenitos[19], que también bailaban en el atrio del templo católico. Éste era el último día de aparición de la danza. Para volver a verla había que esperar todo un año la siguiente feria, lo cual era parte de la tradición y lo que le daba sabor.
Pero aconteció que a mediados de los 20 dejaron de aparecer los arrieritos y morenitos. Entonces los reemplazaron los dos grupos de arrieros de adultos. Éstos, más tarde, ampliaron su actuación y también empezaron a salir cada domingo desde la víspera hasta el 12 de diciembre. Este era el último día de su exhibición en el año. Así es como ha llegado esta tradición hasta principios de los 90[20].

En las primeras décadas del siglo, según me cuenta don Eligio Fonseca Vázquez, los arrieros no golpeaban a los curiosos ni éstos le lanzaban las provocaciones que escuchamos hoy. Los gritos que más se repetían eran:
—¡Ése Torito!
—¡Ahí viene ese Torito!
Y el Torito los perseguía, los acorralaba y no pasaba de asustarlos corneando el suelo. Los arrieros —dice Eligio— no participaban en esto último. Sin embargo, otros recuerdan que únicamente, lo mismo que el Torito, azotaban con el chicote el suelo a los lados del espectador.
Entonces en la curiosa tradición que referimos tomaban parte sólo estos dos barrios: El Zapotal y San Diego[21].
Con el paso de los años, agregáronse otros[22]. Y la danza sufrió cambios, quizá como ya en los siglos que lleva de existencia ha tenido alguno en el pasado, aunque con toda seguridad no tan marcado como los actuales.
Los arrieros y morenos de los distintos barrios se dieron a la costumbre de retarse en donde se toparan, sobre todo cuando un grupo de un barrio invadía al del otro, que era siempre por la circunstancia de que salían los mismos días, resultando algo grande entre ellos:
—¡A dónde estabas cuando la rabia! —y se agarraban a chicotazos sobre las espaldas. Para aguantar, algunos se ponían sobre las espaldas capas de costales de yute, debajo del capote.
Por ello, ahora, se dice: «Antes no se llevaban los arrieros y morenos de la Palma con los de El Zapotal, o Villalta, o San Diego; no se llevaban entre ellos. Y había peleas»[23].
Afortunadamente, con el correr del tiempo, las diferencias se borraron y quedaron atrás.

El origen de la danza data de la época de la Colonia. Es la más antigua de Acayucan y la única que ha sobrevivido. Por algo será. Por su vestuario y por el baile parece ser una parodia que rememora en pintoresca tradición a aquellos señores arrieros comerciantes que surgieron después de la conquista de México por los españoles. Concordando con esto, don Antonio Rodríguez Palma —que fue administrador de correo y telégrafo— contaba a sus hijos e hijas, entre ellos a la ahora educadora Concepción Rodríguez de Arvea, que los arrieros y morenos representan a los arrieros que con sus recuas de mulas recorrían el país y la región comerciando. Acontecía que, en los caminos y los campos o en las llanuras y los montes, los toros bravos en los que había no pocos cimarrones les cerraban el paso y ellos tenían que ahuyentarlos o defenderse de sus ataques con los palos y los chicotes de cuero crudío que nunca faltaban en sus manos. Pero los arrieros no eran los únicos que pasaban por estos peligros, sino también los viajeros y cualquier persona —hombre o mujer— que por necesidad transitaran por estas rutas agrestes. Por ello tenemos que el arriero marca la presencia del hombre y el moreno, la de la mujer. La integración de la parte femenina, en esta forma u en otra, aún pervive en las danzas de México[24].

Los arrieros y morenos son muestra del colorido y variedad del acervo histórico y cultural de esta tierra, además de ser el mayor atractivo de la feria San Martín Obispo, nuestro santo patrono.
Los niños y los jóvenes y hasta una gran parte de la población adulta, se contagian de la algarabía. Los niños los imitan y los ancianos evocan sus años mozos en la fiesta principal del pueblo.
No obstante, los mismos arrieros y morenos están distorsionando su vestuario y el hábito de la tradición desde hace más de cuarenta años. Hoy se cubren con máscaras de luchadores —el Santo, Mil Máscaras, el Rayo de Jalisco, etcétera, y otras monstruosidades—[25], les hace falta las polainas y algunos se atreven a usar cables de instalaciones eléctricas supliendo con éstos la cuerda o la tira de cuero crudío. Los morenos no usan el tocado cubierto con papel de china y listones colgantes. Se les olvida aderezarse bien la máscara y el vestido, de manera femenina, y se llega a ver a algunos trayendo asimismo máscaras de luchadores. Y ahora uno de los grupos aparece con sus danzantes desde antes de noviembre y termina —sin ninguna interrupción— hasta enero o febrero del año siguiente.
Pero debemos reconocer que falta apoyo de las autoridades[26], además de una especie de patronato para el rescate de la verdadera imagen de la danza.
Gabriel González Domínguez, mejor conocido como Chambrú, es uno de los pocos coimes que quedan y podemos decir con justicia que el único que ejerce su arte sin paréntesis. Gracias a su entusiasmo y gusto por esto la colorida danza de los Arrieros y Morenos no ha desaparecido. Él mismo, ayudado por sus compañeros, elabora preciosamente el Torito y el Caballito. Chambrú es, por sí mismo, una tradición.

La danza de los arrieros y los morenos también la vemos en el folklor de dos pueblos vecinos: Oluta y Texistepec. Pero con la observación de que en este último lugar, donde la nombran los morenos, se halla totalmente deformada, e ignoro el estado que guarda en el primero.

Aquí en Acayucan, la danza —rememorada por los ancianos— en algunos aspectos padece aparentes faltas de coincidencias; pero a la luz del análisis más que contradicciones vienen a ser matices de la misma tradición. No podemos pedir que los actos humanos sean meramente maquinales. Para mayor claridad, anotaré en seguida las variaciones de más relieve:
Algunos de mis informantes aseguran que a comienzos de octubre los coimes empezaban a tocar los tambores en los barrios, frente a sus propios domicilios: a la una o cuatro de la madrugada, para comenzar a anunciar que se acercaba la feria. Luego iban a tocar en una planta alta del campanario, o al pie de él, o frente a la iglesia.
A principios de los 20, la víspera y el 11 de noviembre aparecía el grupo de los arrieros y morenos del barrio El Zapotal. El grupo de San Diego, el 12 y el 13. Después todos dejaban de exhibirse. El 12 de diciembre volvía la danza, pero ahora sólo participaba el grupo de los Arrieritos y Morenitos. Así me relató Tomás Moreno Ramírez, nacido en 1902.
Luciano Soto, nacido en 1908, y su hermano Joel, nacido en 1905, me relataron: «Cuando éramos chamacos, el 10 y el 11 de noviembre salían los arrieros Indios, o Inditos, los de Sin Razón, los de San Martín Obispo, que eran del barrio Zapotal. El 12 y el 13 aparecían todos: los de Razón y los de sin Razón. Los arrieros de Razón eran los del barrio San Diego, del santo San diego. Hasta aquí, en lo que toca a este mes, dejaba de salir el baile. Volvía la danza el 9 de diciembre, en que se exhibían sólo los de Razón. El 12 de ese mes, día en que se festeja a la Virgen de Guadalupe, salían todos, los dos grupos» [Esto quizá cuando ya habían dejado de aparecer en ese día los arrieritos y morenitos].
«Entre 1915 y 1930 los grupos de esta danza estaban compuesto por más de treinta morenos y sólo tres o cuatro arrieros, cinco arrieros cuando mucho —relataba Eligio Fonseca, nacido en 1908—. Por ello, en la feria de San Martín Obispo salía la danza de los Morenos (no de los Arrieros)». Todavía en los 40, algunos grupos se componían de esta manera. Por eso, aún en los 80, como reminiscencia de aquello, se le solía llamar indistintamente el baile o la danza de los morenos o de los arrieros. Y el público venía a la feria a ver la danza de los Morenos, no de los arrieros.
«Pero por 1935 —agrega Eligio— empezaron a aparecer más arrieros que morenos para poder defenderse, debido a que un grupo de jóvenes del centro, hijos de los «caciques» (como calificaban a los notables del centro), había adquirido el hábito de agarrar a limonazos a los integrantes de la danza para provocarlos. Los arrieros entonces procedieron a corretearlos y a tratar de pegarles con el mecate».
Había también la costumbre de hacerle albas a San Martín Obispo, el santo patrón, desde tres días antes del 11, para terminar en ese día principal, el más grande de la feria. Éstas eran llevadas a cabo a partir de las cuatro o cinco de la madrugada. Acudían para ello al templo con tres tambores del barrio la Palma: uno grande, uno chico y uno mediano, y una flauta de carrizo, que se le oía gemir desde las tres por las calles. En estas albas también participaban las jaranas y el tambor de los arrieros de El Zapotal, y algunas veces la marimba.

Ésta es una aproximación a la historia de la danza de los arrieros y morenos de Acayucan, con la ayuda de nuestra tradición oral y la observación propia, en lo que atañe a nuestro siglo XX[27].
CHAMBRÚ. FOTO: REGINALDO CANSECO
Los arrieros  y morenos danzando. Foto: Chavelo

Chavelo y su grupo visitan a Benito Reyes




















[1] En 1981 escribí las columnas Descúbrete mortal, tu frente inclina y El Acayucan de ayer, para el Diario del Sur, espacios donde cedí la palabra a los más ancianos de mi terruño que contaron sus testimonios sobre el pasado del pueblo. Enriquecí los textos con fotografías de antaño que muchos acayuqueños me prestaron con ese propósito. El jueves 25 de noviembre de 1982 apareció publicado en el mismo diario, número 8821, mi primer texto dedicado a la danza de los arrieros y morenos con el encabezado: «Peligra el folklore acayuqueño/ los Arrieros y Morenos están casi olvidados», y en una bajada entre otros comentarios agregué: «A pesar del atractivo de la tradición hay indiferencia en las autoridades municipales». / «A los acayuqueños les hace falta valorar el acervo cultural que han heredado». Mi crónica «La danza pintoresca de los Arrieros y Morenos en la feria de San Martín Obispo de Acayucan, Veracruz», fue incluida en el libro Una caricia a la tierra: danzas y bailes de Veracruz, salido de la imprenta el 5 de julio de 1991, editado por el Gobierno del Estado, la U. V. y el Instituto de Investigación y difusión de la Danza Mexicana, A. C. Ahora agrego a este espacio dicha crónica, corregida y aumentada con algunos datos más y pies de páginas para hacer precisiones o citar fuentes. En Acayucan cuna de la Revolución 1906-2006, tomo dos, el baile de los arrieros (dentro de la La feria de San Martín Obispo), es precisamente uno de los temas con los que participo. 

[2] Ésta es una relación inconclusa de los coimes:
Fernando Sulvarán Constantino, nacido en 1914, me platicó: «Cuando yo era chamaco, Gil Romero era tamborero y coime de esta danza, en el barrio El Tamarindo. Vivía en la Negrete, esquina con Mina. En su grupo yo salí de moreno en 1930».
Benito Reyes Pérez nació el 21 de marzo de 1910. Aprendió a tocar el tambor a principios de los veinte, a preparar todos los enseres, el Torito, el Caballito, y la danza, mirando. Nadie le enseñó. Empezó a ser coime de la danza de los arrieros del barrio El Zapotal a fines de los veinte, poco antes de casarse, y entre una breve interrupción lo fue hasta principios de los sesenta. Los coimes de su barrio antes que él lo fuera, según su propias palabras, fueron: Lucas Anastasio, coime por 1910, en la época de la Revolución; después, en los veinte, siguieron Betancourt, Proceso Céspedes, Octaviano Valentín y Antonino Marcial. En las charlas con don Benito Reyes noté que el antiguo coime llamaba a la danza Los Morenos, ante mis interrogaciones me contestó que él siempre la ha llamado de este modo; no obstante aceptó que el nombre completo era baile o danza de los arrieros y morenos.
El Cuate alemán también sacaba un grupo de arrieros y morenos en Cruz Verde en la época en que Benito Reyes, coime de El Zapotal, sacaba el suyo. El Cuate era el dueño del instrumento pero lo tocaba Bonifacio Reyes Hernández.
Un coime en el barrio El Tamarindo, en los treinta y cuarenta, fue Juan Hipólito Ramón, Juan Chocho, domiciliado en Negrete y Porfirio Díaz. Sus arrieros traían máscaras de madera o cartón. En este grupo Juan Flores Damián salió de arriero por 1943. Juan Chocho era matancero de cerdo. Cuando mi relator Juan Flores, nacido en 1931, era chamaco, aparecían grupos de esta danza de San Diego, Cruz Verde, Barrionuevo, El Zapotal y la Tronconada.
Fernando Domínguez Arias, nació en 1924, y fue coime de los arrieros de La Palma en los cincuenta. El tambor lo tocaba su hijo Pifas (Epifanio).
Gabriel González Domínguez, Chambrú, fue coime del barrio La Palma desde mediados de los cincuenta hasta los noventa. Me relató: «En 1930 yo salía de arriero en el grupo del barrio Villalta. El tamborero y coime era Belén Guadalupe, hijo de Tío Damián, y vivía en la Tronconada. Sus hermanos Fortino y Andrés Guadalupe también sabían tocar el tambor. Éstos salían de arriero o moreno. Por 1945 yo empecé a tocar el tambor con ellos: aprendí la tonada oyendo y tocando. También aprendí a hacer el Torito y el Caballito, las máscaras y el tambor. Por 1950 este grupo desapareció. En 1955 comencé a manejar mi propio grupo, primero como coime de los arrieros de Villalta, después lo sería de mi barrio La Palma».
Serafín Hernández Antonio, nacido en 1938, cuenta: «Isaías Cordero (sastre) vivía en la calle Porvenir y Benito Barriovero, en San Diego. En los cincuenta fue coime de los arrieros. En esos mismos años, Genaro Soto (zapatero remendón, después trabajó en el billar de Romeo Béjar) también fue coime de ese barrio».
Isabel Bernardo Rodríguez Baruch, Chabelo, según sus propios datos, aprendió a tocar el tambor con su maestro Odilón Espronceda Sánchez, coime de la danza en los sesenta y setenta en Barrionuevo, quien tenía su domicilio en Belisario Domínguez, y dejó de organizar la danza en 1973. Chabelo comenzó a sacar este baile en 1977 representando a Barrionuevo, «como continuación del grupo de Odilón, mi maestro, para que no se perdiera la pintoresca tradición».

[3] El coime, como tamborero principal, se hacía acompañar por uno o dos tamboreros más para poder substituir al que cargaba el tambor o al que tocaba, cuando a estos le llegara el cansancio.

[4] Los arrieros y morenos salen de la raíz del pueblo (Reginaldo Canseco Pérez. Diario del sur, 25 de noviembre de 1982). Benito Reyes Pérez, coime del barrio El Zapotal desde fines de los veinte hasta principios de los sesenta, era campesino y jornalero; Gabriel González Domínguez, Chambrú, coime de La Palma desde mediados de los cincuenta hasta mediados de los noventa, era peón y artesano; Juan Hipólito Ramón, Juan Chocho, coime en El Tamarindo, era matancero de cerdo; otros integrantes de este baile eran maestros albañiles o ayudantes, sastres, zapateros remendón, o comerciantes. La tradición, por otro lado, marca que únicamente participan en la danza hombres, pero se sabe que algunas mujeres llegaron a formar parte de un grupo, ya como arrieros, ya como morenos, a finales de la primera mitad del siglo XX. El número de integrantes de esta danza es variable. Benito Reyes Pérez, me comentó que en los últimos tiempos él llegó a sacar hasta treinta y cinco danzantes, entre arrieros y morenos.

[5] Llamada también capote o manga de hule, dice Bartolo Espronceda.

[6] El arriero utilizaba máscara de madera liviana o bofa, como la de jonote, papachote o de chancarro; o también, válgase la repetición, de chicale o de cuero curtido (Bartolo Timoteo Espronceda, Eligio Fonseca Vázquez, Cleofás Cárdenas Mayo). Y algunos hasta se fabricaban máscaras de talchinaste, contaba Cleofás Cárdenas Mayo. (El talchinaste es el nido de los comejenes, o de las hormigas locas que cuelgan en lo alto de los grandes árboles: Celestino Guillén Cruz). Los otros datos en general sobre el atuendo del arriero, me los proporcionaron los anteriormente citados y los siguientes: Gabriel González Domínguez, Chambrú, otrora coime de esta danza; Celestino Guillén Cruz, nacido en 1906; Benito Reyes Pérez, nacido en 1910 y antiguo coime de El Zapotal.

[7] Eligio Fonseca Vázquez, nacido en 1909.

[8] Celestino Guillén Cruz, nacido en 1906, y Gabriel González Chambrú, coime del barrio La Palma.

[9] Información de Gabriel González Domínguez. El atavío en general de los morenos lo describo de acuerdo a los datos de Bartolo Timoteo Espronceda, Eligio Fonseca Vázquez, Cleofás Cárdenas Mayo, Gabriel González Chambrú, Celestino Guillén Cruz, Benito Reyes Pérez y otros.

[10] «El Caballito y el Torito eran hechos por especialistas, no lo hacía cualquiera», me repetía Eligio Fonseca Vázquez, nacido en 1909, cada vez que acudía a interrogarle sobre la danza. Por lo general eran confeccionados por los coimes. Para ser coime, primero tenían que aprender todo lo relacionado con ese arte: tocar el tambor, el baile, elaborar las máscaras de madera, los enseres, el tambor, el Torito y el Caballito, etcétera y todo el ritual de la danza. Todo esto se desprende de los testimonios que me dieron Benito Reyes Pérez y Gabriel González Domínguez, en cuanto a lo que tuvieron que aprender para llegar a ser coimes de la danza en sus respectivos barrios.

[11] Información de Gabriel González Domínguez, Chambrú, coime de los arrieros del barrio La Palma.

[12] «El primer domingo de octubre los coimes de los arrieros subían a tocar por primera vez el tambor a una torre de la iglesia»: Inés Silverio Culebro, nacido el 12 de septiembre de 1881. «Empezaban a tocar los tambores el 2 de octubre»: Eligio Fonseca Vázquez, nacido en 1909. Fernando Domínguez Arias, coime de La Palma en los 50: «Empezábamos a tocar el tambor el 4 de octubre, en punto de las 3 de la madrugada; primero ante mi casa; íbamos luego a tocar frente a la iglesia y el palacio. Mi tambor era de cedro. Antes tuve uno de cosalcahuite». «Empezaba a tocar yo el tambor —dice Benito Reyes Pérez— el primer domingo de octubre, al pie del campanario, a las cuatro de la madrugada. Pero primero tocaba frente a mi casa. Esto, como un último ensayo». Apolinar Reyes Reyes: «El 1 de octubre empezaban a tocar los tambores anunciando la feria de San Martín Obispo». «El tambor del Zapotal tocaba por la calle Plaza de Armas, al pie del campanario. El tambor de Cruz Verde, que sacábamos El Cuate Alemán y yo (El Cuate era el dueño pero yo lo tocaba) —relata Bonifacio Reyes Hernández— salía por primera vez en el año el 1 de octubre, a las dos de la madrugada. Tocábamos frente a la iglesia. Allí nos recibía con repiques de campanas el campanero. Como ocho compañeros andaban con nosotros. Tocábamos enseguida también ante el palacio. Luego todos íbamos a tomar café con pan gratis en el restaurancito de Chico Ureña, en las afueras del mercado, por la Moctezuma. Ya era viejito. Allí también tocábamos». Joaquín Fernández Garduza: «Los tamboreros empezaban a tocar el primer domingo de octubre, a las 4 de la madrugada; primero en los barrios; luego se reunían ante la iglesia». «El 1 de octubre el coime empezaba a anunciar con su tambor la venida de la feria y los arrieros»: Serafín Hernández Antonio. Tomás Moreno Ramírez, me dijo: «Los tambores empezaban a sonar el 1 de octubre. Luego fue cambiando: el 2, el primer domingo…». «Los tamboreros de la danza —me dijo Evaristo Morales Ramírez— empezaban a tocar el 4 de octubre. A las cuatro de la madrugada subía el coime hasta una planta alta de una torre de la iglesia para despertar al pueblo con el toque de su tambor».

[13] Eligio Fonseca Vázquez, por ejemplo, me informó: «El 2 de octubre empezaban a tocar los tambores. Se encontraban y se daban de trancazos y hasta se rompían uno al otro sus tambores. Así era el pique que había entre éstos dos grupos [el de El Zapotal y el de San Diego]». Y Apolinar Reyes Reyes, me expresó: «Desde el 1 de octubre empezaban a tocar los tambores anunciando la feria. Los tamboreros calaban sus tambores en un crucero del centro. Había pleitos. A veces le rompían el tambor o el cuero al otro y había golpeados». 

[14] Luciano Soto Reyes, nacido en 1908, y Eligio Fonseca Vázquez, nacido en 1909. Chano Soto Reyes me relató: «Cuando calaban sus tambores se peleaban, y la policía tenía que acudir con sus pistolas a tirar balazos al aire para desapartarlos. Una vez a un tambor le echaron ácido muriático». «Ese día, en que tocaban por primera vez en la madrugada, empezaban a “llamar” al otro tamborero al atardecer desde sus barrios y escuchándose se reunían a calar sus tambores en el parque»: Bonifacio Reyes Hernández. Joaquín Fernández Garduza, me dijo: «Después tocaban todos los días, desde las seis de la tarde, en sus barrios y se reunían en el parque o por el mercado para calar sus tambores». Evaristo Morales Ramírez, por su parte, me dijo: «A partir de entonces [del 4 de octubre], por las tardes, tocaban en sus barrios y con un toque se retaban a calar sus tambores…».

[15] La información sobre estos dos grupos de arrieros empecé a recolectarla desde 1981, y la fui completando con el transcurrir del tiempo. Oí, en mi búsqueda, a viejos relatores. Sobre los del barrio El Zapotal Inés Silverio Culebro, nacido en 1881, me refirió: «El 11 de noviembre aparecían los arrieros del Zapotal, los Inditos». Chano Soto Reyes, nacido en 1908, y su hermano Joel, nacido en 1905, evocaron al respecto: «Cuando éramos chamacos los arrieros del Zapotal eran los Indios o Inditos, los de Sin razón, los arrieros de San Martín Obispo». Escuchar esto causó en mí gran asombró e incrementó mi interés. Fernando Domínguez Arias, nacido en 1924, coime de los arrieros del barrio La palma en los 50, que entrevisté a principios del siglo XXI, parco en el hablar, de repente se soltó diciéndome: «Los arrieros de San Martín eran los arrieros Indios o Inditos, y eran los del barrio Zapotal».
Ahora bien, en cuanto a los arrieros del barrio San Diego Inés Silverio Culebro me dijo: «Los arrieros del barrio San Diego eran los arrieros de Razón», [y también eran los del santo San Diego]. Luciano Soto Reyes y Joel su hermano me dijeron al respecto: «Los arrieros del barrio San Diego eran los de Razón, del Santo San Diego». Fernando Domínguez Arias, para acabar de asombrarme, agregó: «Los arrieros del barrio San Diego eran los mulatos, la gente de categoría». Sobre esto, antes de compilar lo anterior, hallé que los acayuqueños indígenas veían a los mulatos como personas de mayor jerarquía [gente de Razón] que ellos. La tradición oral guarda memoria de estos dos grupos de arrieros y les da suma importancia.

[16] La participación de los arrieros del barrio San Diego en la feria de San Martín desde tiempos que no se puede precisar nos indica que el culto a San Diego en Acayucan es antiguo. Esto es lo que nos dice la tradición oral y el folclor. [La hermandad de San Diego ya estaba en Acayucan en 1737. Fuente: AGN, Ramo Historia, Vol. 314, Exp. 6. Citado por Florentino Cruz Martínez en: Acayucan Cuna de la Revolución]. La comunidad istmeña tomó prestado de la tradición acayuqueña este santo a principio de la segunda mitad del siglo XX, y la celebró a partir de entonces a su modo, como más tarde ha hecho curiosamente con otros. Pero lo anterior no debe interpretarse erróneamente en el sentido de que este culto es una aportación a Acayucan hecha por la colonia oaxaqueña.

[17] Éstas son las fechas en que aparecía el baile de los arrieros y morenos en las primeras décadas del siglo XX, de acuerdo a los informes que me hizo Eligio Fonseca Vázquez, nacido en 1908. El presente calendario al respecto me parece el más original y acertado. Benito Reyes Pérez, que fue coime de los arrieros del barrio El Zapotal, me relataba: «El 11 de noviembre salía por primera vez la danza. Pero primero bailábamos frente a mi propio domicilio. Cómo un último ensayo, para que no hubiera equivocación. Enseguida íbamos a bailar ante la iglesia, a la salida de la misa en honor de san Martín, que empezaba a las 11 y terminaba a las 12 de la mañana. Luego hacíamos lo mismo frente al palacio municipal, para empezar después a recorrer las calles. El 12 de diciembre era el último día en que salíamos». El 11 de noviembre como la fecha en que aparecía por primera vez la danza en cuestión es señalado también por Inés Silverio Culebro y Fernando Domínguez Arias. Esta danza era de atrio y de calle.

[18] Ya nadie sacaba la danza. Por 1933 Benito Reyes dejó de hacer la danza por algunos años, al casarse en ese año. Ya nadie sacaba la danza. Volvió a organizarla cuando el presidente municipal Tomás Mortera Miravete y después el presidente Abelardo Vidaña lo llamaron para pedirle que organizara y reviviera la danza para que diera vistosidad a la feria. Hasta principios de los 60 sacó la danza. Algunos que salieron con él, según recordó fueron: Zidronio Caamaño y Alejandro, su hijo; Alejandro Pérez y su hijo Artemio; Márgaro Martínez, Francisco Martínez, Bibiano Santos, Andrés Pérez; y algunas veces también Leonardo Alor. Los arrieros de Benito Reyes Pérez, coime del barrio El Zapotal, cobraban 50 centavos por bailada. No pedían cooperación extra. El dinero que reunían era a cambio de su arte. Así me contaba el propio Benito Reyes.

[19] Los arrieritos y morenitos eran recordados por Eligio Fonseca Vázquez, nacido en 1909, y por Tomás Moreno Ramírez, nacido en 1902. Me contaba Eligio Fonseca que a él le tocó participar en este grupo. —¿De qué salió usted, de arrierito o de morenito? —Me disfrazaron de morenito; yo tenía como doce años —contestó.

[20] Efectivamente, en la segunda mitad del siglo XX este baile salía de la siguiente manera: los arrieros de El Zapotal aparecían la víspera y el 11, y los de San Diego salían el 12 y 13. Después de estos días, se dejaban ver sólo cada domingo hasta el 12 de diciembre, día de la Virgen de la Guadalupe, que era el último día de sus actuaciones.

[21] Inés Silverio Culebro, nacido en 1881, fue uno de los primeros en mencionarme esto. Entrevisté a Chano Soto Reyes, nacido en 1908, y a su hermano Joel, nacido en 1905. El primero dijo: «Pero yo me acuerdo que en ese tiempo participaban sólo dos grupos: el de El Zapotal y el de San Diego. Cada uno agarraba su barrio». Joel apoyó lo dicho por su hermano. Expresó que, efectivamente, él también tenía presente aquello. Por su lado, Tomás Moreno Ramírez, nacido en 1902, y Eligio Fonseca, entre otros más, coincidieron con ellos. Como se ve, la tradición oral menciona que solamente estos dos barrios eran los que, a principios del siglo XX y quizás en el origen de la danza, aportaban su grupo de arrieros y morenos para la feria.

[22] Contaban esto, pero sin especificar en qué época o década aconteció. Decían que entonces los arrieros de Cruz Verde, El tamarindo y Barrionuevo aparecían el mismo día en que aparecía el grupo de San Diego, pues se consideraban al igual que éste también arrieros y morenos del santo San Diego. La Palma y Villalta sacaban sus grupos el mismo día en que lo hacía el de El Zapotal, pues eran los arrieros de San Martín.
Tenemos que, de acuerdo con el propio testimonio de Fernando Domínguez, coime de La Palma en los cincuenta, su grupo era asimismo de San Martín Obispo, como era también el de Gabriel González Domínguez, Chambrú, lo que confirmó éste mismo ante nuestras preguntas al respecto, y que nosotros veníamos observando que así era, quien fue primero coime de la Tronconada en Villalta y después de La Palma.

[23] Testimonio de Cleofás Cárdenas Mayo, nacido en 1918. Todavía a finales de los cuarenta practicaban entre ellos esto, aunque no por incursionar en territorio ajeno, sino por mera ocurrencia.

[24] «Mi abuelo Francisco Urbano Hipólito, falleció en 1956, a la edad de 90 años. Me contó sobre el origen de la danza de los arrieros y morenos. Dijo que para hacerla se copiaron de los arrieros que venían del norte e iban al sureste, pasando por Acayucan. Otros ancianos también me relataron lo mismo», me refirió Elías Acosta Urbano, nacido en 1921. Fernando Domínguez Arias, coime del barrio La Palma en los cincuenta, me refirió que la danza de los arrieros es una representación de los arrieros comerciantes que provenían del norte, bajaban por Tuxtepec y entraban en Acayucan por el camino viejo de San Juan Evangelista, para dirigirse al sureste; al cabo de un tiempo regresaban pasando nuevamente por Acayucan. Por otro lado, he podido rescatar información sobre muchos arrieros comerciantes que provenían de Cotija, Michoacán, a fines del siglo XIX y principios del XX que, de tanto pasar por Acayucan durante la feria, terminaron por quedarse en esta localidad. Así numerosas familias de acayuqueños fueron fundadas por aquellos.

[25] Benito Reyes Pérez, me contó que cuando él llegó a coime de los arrieros antes de 1930 encontró que la mayoría de los grupos de arrieros todavía acostumbraba máscaras de madera, pero algunos ya empezaban a ocupar máscaras de luchadores.

[26] No era la primera vez que faltaba apoyo de parte de las autoridades municipales. Benito Reyes Pérez me contaba: «La autoridad municipal me ayudaba con una mínima parte, $2.50 o $1.50 y lo que faltaba yo lo ponía. Los muchachos buscaban y compraban sus capotes y otros enseres. Los morenos conseguían alquilados con las muchachas sus vestidos de mujer o los compraban. El presidente municipal nos prometía premios para que nos esmeráramos en disfrazarnos lo mejor posible (entonces, en ciertos años, éramos los únicos), pero nunca cumplía, nos engañaba. Varios años Carmela Patraca nos regaló vestidos para todos los morenos por varios años».

[27] He escrito esta crónica sobre este baile, para dar luz y noticia de cómo era y lo que la tradición oral guardaba al respecto en el siglo XX, y porque sé que habrá curiosos que querrán saber algo sobre el tema. Por otro lado, la información guardada en el corpus de la misma podría contribuir en algo para el rescate de esta danza, en el entendimiento de que rescatar es rescatar. Esperando por tanto que, para «rescatarla», el Ayuntamiento no le dedique un ostentoso parquecito, convirtiéndola en otra cosa, como ha sucedido con Temoyo, y olvide rescatar lo que fue o aproximarse a ello y a su esencia y magia.
La presente crónica puede ser compartida e impresa sólo para consulta, siempre y cuando se respete mi autoría y se cite la fuente. Esperando que, de esta manera, no la plagien, como por ahí han hecho con otros textos míos. Lo que indica y reputa que a estas personas que hacen eso les falta madurez y una poquitita de ética.