Bienvenido

Bienvenido amigo lector, o amiga lectora: te hallas ante una puerta mágica que comunica entre el mundo ordinario y el mundo extraordinario, que de alguna manera coexisten desde el principio hasta nuestros días, en la región de Acayucan, La Llave del Sureste, pueblo ubicado en el sur del estado de Veracruz, México.

Al trasponer esta puerta serás testigo de acontecimientos realmente prodigiosos que aquí son parte de la cotidianidad. Así te enterarás sobre la fe que profesan los acayuqueños en la existencia de un río subterráneo que atraviesa la ciudad; sobre el brujo nagual que, creyéndose todopoderoso, retó a pelear a un hombre desconocido, común y corriente, resultando un desenlace fenomenal; o te encontrarás inmiscuido en una extraña aventura donde participan esencialmente los grandes salvajes. Y con el transcurso del tiempo, poco a poco, conforme avances en la exploración de la vasta y maravillosa geografía de Acayucan, descubrirás, oirás, verás y vivirás mucho más de sus historias, cuentos, mitos, leyendas y otras anécdotas en verdad asombrosas.

Reginaldo Canseco Pérez

jueves, 21 de agosto de 2014

La señorita española

Reginaldo Canseco Pérez




 

 

É

sta es la historia que me contó don Fernando Sulvarán Constantino, en el 2001, cuando tenía 87 años de edad:

 

En la época de la Colonia, en Acayucan habitaban muchas familias españolas.

Una de aquellas familias españolas tenía una hija. Una señorita que era muy católica, muy devota y piadosa.

Pero aconteció que un día, jovencita aún, falleció. Hoy no sabemos el motivo de su deceso.

Los años transcurrieron, como comúnmente suelen transcurrir, ‘sucesivamente y uno tras otro’.

Al cabo de diez años, murió también un tío de la difunta. Los familiares determinaron inhumar al recién extinto en la tumba de ella. Pero al abrir la sepultura para limpiarla y prepararla… ¡oh, sorpresa! Aquello que contemplaron ojos humanos era un suceso divino: ¡el cadáver de la señorita española se mantenía incorrupto!, como si la muchacha acabara de expirar y el rostro lo tenía radiante, fresco y bello; hasta se podía creer que estaba viva.

¡Parecía una Virgen!

Entonces sus familiares, impresionados, corrieron a dar razón al cura de aquel milagro, y el cura los acompañó al camposanto para comprobar con sus propios ojos, y no con los ajenos, lo que ellos le habían acabado de informar, y después de haber comprobado que aquello era verdad les explicó: ‘Lo que estamos viendo es una obra de Dios, debido a que ella durante su vida terrenal fue muy virtuosa, no cometió pecado y todos los días asistía a misa y comulgaba’.

Acto seguido, el párroco ordenó que el cuerpo incorruptible de la señorita española fuera llevado y enterrado en el sagrario, porque era el lugar donde le correspondía descansar. Y así fue hecho. Ahí, una vez cumplido lo anterior, también les reveló el sacerdote: ‘Cuando muera el último de sus familiares, Dios la va a llevar consigo al cielo en cuerpo presente’.

 

Hoy, han transcurrido algunos siglos desde ese suceso relatado por don Fernando. 

¿Se habrá cumplido ya aquel vaticinio divino? 

Tenemos fe en que así sea, pues no quedan familiares de la señorita española. 



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